La madrugada del pasado 8 de abril quedará grabada en la memoria colectiva de República Dominicana como un momento de profundo dolor. La tragedia en la discoteca Jet Set, que cobró la vida de 226 personas, entre ellas el querido cantante Rubby Pérez, y dejó cerca de 200 heridos, ha sacudido al país entero. Sin embargo, en medio de la oscuridad, el pueblo dominicano ha demostrado una vez más que su espíritu de unidad y fe es más fuerte que la desgracia. Desde el primer momento, las calles se llenaron no solo de lágrimas, sino también de abrazos, oraciones y manos tendidas.
Bomberos, rescatistas, voluntarios, médicos y autoridades trabajaron sin descanso para atender a los afectados, mientras las redes sociales se inundaban de mensajes de apoyo y condolencias. En los rostros de quienes perdieron a seres queridos se ve el peso de la tristeza, pero también la determinación de no dejarse vencer. Las historias de heroísmo y entrega también han surgido entre los escombros: jóvenes que ayudaron a sacar heridos, médicos que trabajaron horas sin descanso, y comunidades enteras que se han movilizado para recaudar fondos y apoyar a las familias afectadas.
Ahora, el desafío es convertir el dolor en acción. Que esta tragedia impulse a reforzar medidas para que algo similar no vuelva a ocurrir, a valorar cada momento con los seres queridos y, sobre todo, a mantener viva la llama de la solidaridad que hoy ilumina el camino. Pero también es momento de determinar responsabilidades y resarcir (al menos parcialmente porque la vida no tiene forma de restituirse) el daño, el sufrimiento y las secuelas de lo que parece ser producto de la negligencia producto desmedido y voraz afán de lucro corporativo.
A las familias en duelo, a los heridos que luchan por recuperarse y a todo el pueblo dominicano: no están solos. La fe nos enseña que, después de la noche más oscura, siempre amanece. Juntos, con el mismo coraje que los caracteriza, los dominicanos sabrán transformar esta pena en fortaleza. Hoy, República Dominicana llora, pero también se levanta. Y en ese levantarse, demuestra al mundo entero que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra. La esperanza sigue viva, y con ella, la promesa de un mañana mejor.
Por Santiago R. Castillo
#FuerzaRepúblicaDominicana